¿Cómo reconocer la música espiritual? ¿Cómo saber si la música utilizada en nuestras iglesias es correcta para alabar a Dios? Algunos piensan que la música es amoral, que por tratarse de un arte no es posible calificarla como mala o buena, pero esto es en realidad un error. La música es una expresión del espíritu de quien la crea y ministra directamente al espíritu de quien la escucha. Por esa razón Saúl recibía refrigerio en su espíritu cuando David tocaba el arpa (1° S. 16:23). Por eso es muy importante aprender a distinguir el fuego extraño en nuestra alabanza (ver entrega anterior).
La proporción entre los componentes de la música
Así como el ser humano se compone del espíritu, alma y cuerpo, la música se compone de melodía, armonía y ritmo. Cualquier tratado de teoría musical lo menciona en ese orden.
La melodía es la secuencia horizontal de sonidos y silencios, y que proporciona la idea musical, la cual es el elemento más abstracto de una composición musical. En la melodía está el espíritu de la música y ministra directamente a nuestro espíritu. Podemos extraer el espíritu de una canción cuando tarareamos su melodía, y cuando no es posible tararearla, seguramente se trata de una música que no hace énfasis en la melodía y, por consiguiente es pobre o carente de espíritu. Las ideas musicales contenidas en la melodía son muy importantes, pues de ahí se construyen las frases que a su vez producen un mensaje. Después de todo, una composición musical es un mensaje o expresión artística.
La armonía es una secuencia vertical o simultánea de sonidos que proporciona el carácter musical o lo que algunos llaman estilo musical. Una misma melodía acompañada de diferentes tipos de armonías da como resultado una composición de carácter distinto. La armonía puede hacer que una misma canción sea más alegre, triste, agresiva o solemne, curiosamente como los cuatro tipos de temperamentos identificados en el hombre (sanguíneo, melancólico, colérico o flemático). La armonía es equivalente al alma de la música y ministra directamente a nuestra alma. No es casualidad que la música con énfasis en la armonía sea utilizada en las películas o en las telenovelas, pues busca afectar principalmente las emociones del espectador, sea una escena de amor o una secuencia de aventura.
La tercera parte de la música es el ritmo, que da el orden y la proporción musicales, del mismo modo que nuestro cuerpo da orden y proporción a nuestros órganos internos, músculos y huesos. Corresponde al cuerpo de la música y ministra directamente al cuerpo del ser humano. Aún cuando no escuchemos la melodía o la armonía, si identificamos el ritmo de una composición musical, nuestro cuerpo reaccionará casi de inmediato y comenzará a moverse. Es por eso que la música con un énfasis en el ritmo es la que se utiliza para bailar o acompañar una marcha por las calles.
Así pues, podemos decir que la música espiritual hace un énfasis en la melodía, sin prescindir, desde luego, de la armonía y del ritmo, pues del mismo modo que no podemos prescindir de nuestra alma y de nuestro cuerpo, la música tampoco puede separarse de sus componentes. Pero armonía y ritmo deben estar sometidos a la idea musical, que es la melodía, así como nuestra alma y cuerpo necesitan estar sometidos a nuestro espíritu redimido para tener una vida victoriosa. Si en la alabanza dejamos que la armonía predomine estaremos incitando desproporcionadamente los deseos y pasiones de nuestra alma, o si dejamos que el ritmo tenga el mayor énfasis, estaremos excitando y provocando, más que cualquier otra cosa, los sentidos de nuestra carne.
El equilibrio musical
Otro aspecto importante es el equilibro en la música, pues nos permite estar sobrios y conscientes de Dios (conectados a Él) durante la alabanza. En general, el desequilibrio lleva al rompimiento con las cosas divinas. Cuando Pablo dice “no os embraguéis de vino, en lo cual hay disolución” (Ef. 5:18) nos está previniendo del desequilibrio que produce el consumo del alcohol en la vida del hombre, pues relaja la conciencia y rompe nuestros lazos con Dios y las personas que nos rodean (disolución significa relajación o rompimiento). Lo mismo sucede con la música, satanás quiere que la usemos desequilibradamente para enajenarnos y de esa manera apartarnos de la presencia de Dios. Cuando los componentes de la música (melodía, armonía y ritmo) son llevados a uno de sus extremos produce un efecto negativo y embriagante en nuestro ser:
MELODÍA (ministra a nuestro espíritu)
Extremo Equilibrio Extremo
Caída <————–|————–> Ascenso
Depresión Tensión
Desesperanza Angustia
Vacío
ARMONÍA (ministra a nuestra alma)
Extremo Equilibrio Extremo
Disonancia <————–|————–> Consonancia
Confusión Exhibicionismo
Rebeldía Sentimentalismo
RITMO (ministra a nuestro cuerpo)
Extremo Equilibrio Extremo
Repetición <————–|————–> Variación
Sensualidad Distracción
Cuando el salmista dice “todas mis fuentes están en ti” (Sal. 87:7) significa que la música resultante necesariamente corresponderá al carácter de Cristo, es decir será espiritual (armonía y ritmo sujetos a la melodía) y en equilibrio (sobria, sin extremos) porque “¿Echa alguna fuente por una misma abertura agua dulce y amarga? ¿puede la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así ninguna fuente puede hacer agua salada y dulce” (Stg. 3:11-12). Las aguas cuya fuente es Dios no pueden ser saladas o amargas, sino dulces y vivas.
Pensemos en otra analogía: si la música fueran palabras, una buena conversación se llevaría a cabo con palabras correctas y sobrias (música espiritual y en equilibrio), mientras que una conversación contenciosa (discusión) estaría llena de insultos y expresiones altisonantes (música carnal y en desequilibrio) Así pues, tomando en cuenta esta comparación ¿sería posible alabar a Dios con groserías?
Especialmente para el ministerio de alabanza
Hace 10 años
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